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Notas desde el interior de un riad

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Es muy fácil hacer la comparación. Ryad en árabe significa jardín o edén, y así es como te sientes dentro de uno de los riads en los que te puedes alojar por todo Marruecos. Es muy fácil, he dicho, aunque me he prometido no hacerla, pero cualquier casa tradicional marroquí tiene algo de paraíso perdido recién encontrado, de un lugar al que siempre has querido llegar y que nunca más vas a querer abandonar.

 

Quizás sea la dificultad de encontrar una casa de esas en cualquier medina o la sorpresa de su tranquilidad dentro también de su caos. Llegas allí atravesando calles laberínticas, llenas de gentes, de animales, de olores que casi se convierten en sabores, al principio necesitado de alguien que te oriente y, lo único que avisa de la existencia de algo más allá de ese caos, es una puerta, nada más. El resto, la fachada que te que recibe, es un muro simple y vacío, sin decoración y apenas ventanas.

 

El paraíso dentro de un riad 

Riad Marrakech

 

Pero una vez atraviesas la puerta, todo cambia. La sobriedad se convierte en algo distinto, en un interior espléndido y desmedido que lo ocupa todo y que te va dando sorpresas a medida que vas avanzando. Hay algo completamente cautivador en ese contraste y en encontrarse en una especie de mundo aparte lleno de azulejos, paneles de madera pintados, hierro forjado y puertas talladas con mil y un motivos diferentes.

 

Riad FezRiad Marrakech

 

El patio central alrededor del cual gira y se organiza el resto de la casa, está influenciado por las grandes villas romanas que ahora sólo podemos ver en ruinas.

La ciudad destruida de Volubilis debió suponer quizás una gran inspiración para aquella dinastía de Idrises que, proveniente de Arabia Saudita, fundó Fez e introdujo el islam en esa parte occidental del norte de África determinando la arquitectura de las generaciones posteriores.

Tiene sentido, el patio crea un ambiente fresco dentro de la casa, da igual el clima que haga fuera, y además guarda la privacidad de la familia, léase que mantiene también a las mujeres lejos de la vista desde la calle.

Sólo hay que pasear por alguna ciudad marroquí, andar por su medina y luego hacerlo por su mellah, la parte de la ciudad en la que los judíos residían protegidos por el sultán del momento, la diferencia es grande. En la medina, no hay nada hacia el exterior mientras que, en la mellah, regresan los grandes ventanales y, sobre todo, los balcones a la calle.

 

De riad en riad en Marruecos 

Son muchos los riads que se han convertido en hoteles o en casas de huéspedes, comprados por extranjeros ante el abandono de muchos de ellos por apartamentos nuevos en las zonas más modernas de las ciudades o por la falta de dinero para cuidarlos.

Otros aún son mantenidos por la misma familia propietaria, como la de lalla Fátima en Fez, quien comparte la casa con sus huéspedes como una forma de encontrar ingresos extra.

En todos los riads en los que dormimos nos recibieron siempre con té en el patio, el juego de metal de tetera y vasos sobre una mesa con teselas de mosaico y sillones con cojines de colores. A nuestro lado, una fuente o, a veces, limoneros y naranjos.

 

Riad Marruecos

 

En Marrakech, uno de los riads, estaba lleno de pájaros que se podían oír por la mañana o se alborotaron en una tarde de tormenta que parecía seguirnos desde los límites del Sáhara. En otro, los sonidos de la llamada a la oración mezclados con el calor del anochecer marraquechí, se nos metieron tan dentro que sabemos que nos harán volver algún día. En Fez, dos tortugas aparecían y desaparecían mientras nos preparábamos para comenzar el día con un desayuno que ahora echamos de menos.

 

Desayuno marroquí

No parece difícil entender porqué son tantos los franceses, ingleses, estadounidenses,… que compran riads en diferentes lugares de Marruecos y atan su destino a este país: una vez dentro de uno, no se quiere salir nunca más.

 

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