Marrakech, Marruecos
Quizás Marrakech sea la ciudad roja pero, en los jardines de Majorelle, es de muchos más colores. El rojo está siempre presente en la terracota del suelo pero hay además verdes, por supuesto, y también amarillos, rojos, naranjas pero, sobre todo, azules. Los colores están por todas partes, en las plantas, en las macetas, en las fuentes y en los edificios.
No sorprende que su creador fuese un pintor.
La obra de Jacques Majorelle
Jacques Majorelle, hijo de un conocido diseñador francés de muebles modernistas, dejó Francia en 1919 y se trasladó a Marrakech en busca de un clima más seco que le curase de la tuberculosis.
Primero, vivió en los callejones de la medina muy cerca de la plaza Jemâa el Fna pero más tarde, en 1922, se trasladaría a la finca que compró muy cercana al palmeral de la ciudad y al nuevo barrio que había creado la colonia francesa, no en vano su padre era amigo del general Lyautey al mando del Protectorado. Allí se quedaría hasta el año 1962 cuando, tras un accidente de tráfico, regresó a Francia para no volver nunca más a Marruecos.
En ese terreno del barrio de El Hassania se construyó una casa y, alrededor, fue creando un jardín botánico. La casa, la pintó de un azul particular que más tarde recibiría su nombre, el azul majorelle, y el jardín lo llenó de especies de plantas provenientes de todos los rincones del planeta a los que viajó y que ahora hacen soñar con destinos lejanos.
Hay bambús que se elevan hacia el cielo y refrescan las alamedas, palmeras y cactus gigantes de formas curiosas, plataneros y nenúfares en los estanques, buganvillas y cipreses, helechos y, sobre todo, agua que fluye por todas partes y pájaros que han encontrado allí su lugar.
Saint Laurent y Bergé salvan los jardines
Es difícil creer que, tras la marcha de Majorelle, la propiedad quedara prácticamente abandonada pero así fue, y así estuvo durante casi veinte años.
Hasta que en 1980 la compraron Yves Saint Laurent y Pierre Bergé, quienes vivieron en ella hasta la muerte del primero en 2008, cuyas cenizas se encuentran allí esparcidas.
La relación de ambos con la propiedad comenzó en la década de los sesenta y se mantiene hasta hoy en día, los dos se sintieron atraídos por sus colores que comparaban con los tonos de las obras de Matisse y, cuando el proyecto de la construcción de un hotel amenazó su existencia, decidieron hacerse con ellos.
Aunque, en realidad, fue Majorelle quien abrió los jardines al público en 1947 a causa de sus problemas financieros, Saint Laurent y Bergé continuaron haciéndolo y, aún hoy, el dinero que se recauda va a parar a su fundación.
Dicen que Yves Saint Laurent solía comentar que en los jardines siempre encontraba alguna fuente de inspiración, no es de extrañar porque casi parece que los jardines fuesen de verdad la gran obra de Majorelle.
Es verdad que hizo más cosas: cuadros costumbristas de las gentes, pueblos y edificios que iba conociendo en sus recorridos por Marruecos, objetos de artesanía,… pero es sin duda el cuadro y la composición que forman los jardines, que tardó en completar cuarenta años, los que han creado su mejor obra para la posteridad, una pintura completamente modernista llena de colores, plantas y animales.
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